prólogo

Primero dibujaba en el silencio de la noche, y luego seguí pintando gracias a la luz del día. Cuando empecé a aprender el arte de modelo vivo, con Didier Brault, descubrí la importancia del gesto gráfico. De ahí nació mi placer por el dibujo con carboncillo. Y más tarde, con Pascale Louis, aprendí el vínculo íntimo entre el trazo y el color. Desde entonces, me puse a pintar formas y a dibujar con el azul, el color de mi infancia, cuando pasaba tiempo entre Marruecos y España por las playas del Atlántico y las del Mediterráneo. El mar, espacio infinito que del azul se convierte en verde, y hasta en negro por la noche e incluso por el día. Me gusta también trabajar los colores rosas y las tierras anaranjadas de las dunas de Merzouga. 

 

Auto-retrato 50×50 cm 2011